No llegué a conocer a mi hermano ni en foto
Mi abuela me cuenta que su hermano le dijo que cuando no luchaban, se intercambiaban cigarrillos o jugaban a las cartas entre soldados de distintos bandos. “Pobres infelices matándose los unos a los otros sin sentido”
Marta Piquero Manso
Curso 1ºC de Bachillerato en 2016-2017
IES Manuel de Falla, Coslada (Madrid)
Juliana Fragua Galán, nacida en un pueblo llamado Ciruelos de Coca (Segovia) el 7 de enero de 1939 y la más pequeña de una familia de 13 hermanos, esa es mi abuela y la persona a la que entrevisté para este trabajo.
Lo primero que me dijo cuando le pregunté sobre la Guerra Civil española fue que ella solo vivió la posguerra ya que apenas tenía unos meses cuando la guerra acabó y que, obviamente, no se acuerda de mucho; pero que me contaría todo lo que sabía por sus padres y hermanos.
“¡Pero si sólo se va a la mili!” eso pensaba mi abuela cuando veía a su madre llorar desconsoladamente cada vez que alguno de sus hijos tenía que ir a cumplir el servicio militar. Al ser una niña, no entendía por qué su madre lloraba tanto, pero más tarde descubrió que después de perder un hijo, su madre estaba traumatizada por la guerra, y que, aunque no fuera lo mismo, ella asociaba la mili con la guerra y lo pasaba muy mal.
Mi abuela tuvo dos hermanos, Felipe y Alberto, los más mayores, que participaron en la guerra, ambos en el bando Nacional, y me contó una interesante anécdota que su madre le repitió varias veces. Cuando Felipe y Alberto fueron llamados para ir al ejército, su madre les quiso poner a cada uno una medalla con la imagen de la Virgen en el dorso de la chaqueta porque ella era creyente y era su forma de protegerles. Sin embargo, Alberto se negó y dijo que no quería ponérsela. Lo curioso de esta historia es que Felipe, el que sí se puso la medalla, estuvo seis años sirviendo en el ejército (dos de guerra y cuatro de posguerra), y volvió intacto a casa; mientras que Alberto, fue sin medalla y murió en la guerra. Mi abuela me dijo que esto le afectó mucho a su madre, que se lamentaba pensando qué hubiera ocurrido si hubiera llevado la medalla.
“No llegué a conocerle ni en foto”, me dijo mi abuela al preguntarle por alguna experiencia traumática. Y es que cuando Alberto murió ella no había nacido, y no quiso hacerse ni una sola foto nunca, recuerda con tristeza el no saber cómo era su hermano. Por lo visto, entre la anécdota de la medalla y el no querer hacerse fotos, Alberto era un poco rebelde.
Como anécdota relacionada con las hebras de paz, me cuenta que su hermano le dijo que cuando no luchaban, se intercambiaban cigarrillos o jugaban a las cartas entre soldados de distintos bandos. “Pobres infelices matándose los unos a los otros sin sentido”, dice, “hubo incluso hermanos que les tocó uno en cada bando”. Sabiendo estas cosas me pregunto si los dirigentes de la guerra realmente creían que los
ciudadanos querían eso.
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