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Las personas que pudieron interceder por las vidas de aquellos sentenciados

Por fortuna, mi abuela y su familia pudieron recibir ingresos procedentes de un familiar residente en Buenos Aires. Sin duda alguna, ayudó a que pudieran vivir en buenas condiciones, a diferencia de bastante gente que, desgraciadamente, murió de hambre.

Andrés Tejeda Duque

Curso 1ºC de la Bachillerato en 2015-2016

IES Manuel de Falla, Coslada (Madrid)


Andrés se ha informado en profundidad tras hablar con su abuela Antonia Cabrera Espárrago, nacida el 12 de abril de 1938, en Navas del Madroño, provincia de Cáceres, tres meses después del fusilamiento de su padre, Antonio Cabrera Duque.

Andrés ha consultado y aportado dos libros, un documental y el romance que escribió la viuda de uno de los fusilados. Uno de los libros es del historiador Julián Chaves Palacios titulado «La Guerra Civil en Navas del Madroño: Los Fusilamientos de las Navidades de 1937»

Rosario y su tía fueron a visitar a Polonia en prisión durante Año Nuevo. Sin embargo, les fue imposible establecer contacto con ella debido al régimen de incomunicación que fue establecido. Rosario, de vuelta en Arroyo, fue detenida y trasladada a Cáceres junto a otras cuatro personas. Fueron encarceladas, a petición explícita de Rosario, en la misma prisión que su madre. Ambas compartieron transporte con Máximo Caballero cuando fueron llevadas a pasar consejo de guerra.

Polonia fue sentenciada a pena de muerte, aunque ésta tenía esperanzas de que se le rebajara la condena a treinta años de prisión. Rosario, a diferencia de su madre, no fue castigada a pena de muerte, fue separada de ella y consecuentemente trasladada a otra prisión diferente. Más tarde, pudo saber que fue salvada de la muerte por un guardia civil llamado Antúnez, que estuvo presente en su declaración de los hechos en Arroyo. Este, al escuchar su testimonio se percató de su inocencia y decidió defender a la chica durante el consejo. Rosario fue puesta en libertad el mismo día que ejecutaron a su madre, el 4 de enero de 1938.

El día 15 de enero a las 7 de la mañana, más de setenta hombres procedentes de Navas del Madroño perdieron la vida en los fusilamientos. Navas se convirtió en el municipio cacereño que sufrió más pérdidas en los mismos. Desgraciadamente, y a diferencia de lo sucedido en otras localidades, nadie con cierta importancia en el pueblo se opuso a las sentencias. Este poco solidario comportamiento permitió a los represores obrar con total libertad y llevar a cabo sus órdenes. Arturo Domínguez Galán, militante socialista de Navas, fue testigo de los hechos y aportó el siguiente testimonio:

“Si llega a existir algún maestro, cura, médico, farmacéutico o persona de similar rango que se hubiera opuesto a que se llevasen a tanta gente; seguro que no hubiera ocurrido nada. Desgraciadamente no la hubo y pasó lo que pasó. Por ejemplo, por los vecinos Santos Macías, Desiderio Moreno y Teófilo Canales procuró Carmen López de Tejada “La Santanderina” persona de familia acomodada y de influencia en la localidad. Su gestión surtió efecto y los pusieron en libertad. Se daba el caso que desde Cáceres llamaban por teléfono preguntando ¿Qué hacemos con tantos detenidos? Con clara intención de no ejecutarlos, y desde aquí se les contestaba diciéndoles que todos eran iguales. Esa indiferencia hacia los condenados a última pena desde su pueblo de origen llegó a irritar al mismo director de la prisión provincial (…)”

Es sin duda desconcertante que llamaran desde Cáceres para preguntar qué hacer con los detenidos y si nadie iba a hacer nada por ellos. Pero sin duda, es más difícil de calificar el comportamiento de las personas que pudieron interceder por las vidas de aquellos sentenciados, y aún así, decidieron no hacer nada al respecto para evitar aquella tragedia. Las consecuencias fueron bastante claras, aquellas personas fueron abandonadas despiadadamente a su suerte, y las sentencias de muerte fueron llevadas a cabo. Actualmente hay un panteón dedicado a la memoria de los caídos en el pueblo.

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