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Mi abuelo, su historia y su vida

Corría el invierno del año 1932 en un pequeño pueblo de la sierra de Córdoba, una familia humilde y de clase baja tuvo su octavo y último hijo, creció feliz junto a sus hermanos, cumplió un año, dos, tres y hasta cuatro; ese cuarto año, en julio de 1936, lo niños jugaban y un día, de repente, ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum!. El bando nacional dio un golpe de estado.

Comenzó la guerra.

Su nombre es Alfonso Serrano Pérez, es mi abuelo y voy a contar su historia.

¿Por dónde empiezo?

Podría contaros muchas cosas sobre mi abuelo y sobre su vida pero hoy me voy a centrar en una pequeña parte de ella.

Nació el 3 de febrero de 1932, vivía en un cortijo llamado “El Cortijo de las Vegas”, su padre era tratante de caballos, era un hombre humilde y bonachón.

Antes de que la guerra comenzara, este mismo votó al Frente Popular.

En las circunstancias en las que vivían al comenzar la guerra, mi bisabuelo, a pesar de sus ideas, por la economía que había en casa, decidió no ir a luchar por voluntad propia pero al mismo tiempo fue obligado a luchar con el bando republicano.

Contaba mi abuelo que el día a día era muy duro, que la gente vivía con miedo, con inseguridad, que parecían nómadas, que se escondían en cuevas, que se mudaban de casa, que eso no era vivir.

Según me cuenta él, a mi bisabuelo le afectó poco la guerra, era un hombre frío y robusto, decía que era una etapa dura de la vida que ya la olvidarían. Este mismo que aparentaba ser frio, también era persona y humano. Ayudó a un ciudadano de su mismo pueblo del bando nacional llamado Perico; sus compañeros querían matarle, al ser conocido, mi bisabuelo lo ayudó y lo llevó al cortijo con su mujer y sus hijos.

Tras ayudar a Perico, los nacionales lo retuvieron y, por ser republicano, lo llevaron a la cárcel de Madrid. Mi abuelo y sus hermanos comían lo poco que sacaban de provecho en las tierras y cuando se veían justos de comida robaban lo que podían de las huertas de al lado.

Su tía Dolores se hizo cargo de él y de sus hermanos excepto de su hermana Carmencita que se quedó con su abuela. Estas fueron fusiladas en la orilla del río, o eso se cree.

Mi abuelo tenía 6 años cuando eso ocurrió, ya estaba a punto de acabar la guerra y, cuando acabó, su padre estaba en la cárcel y su hermana ya no vivía.

Sacaron a su padre meses después, recuperó su trabajo, este era más regular y fijo, por lo tanto la economía familiar estaba mejor. Mi abuelo creció y llegó a ser militar del bando nacional. Tuvo polémicas y discusiones en casa ya que él y un hermano suyo eran los únicos con ideas derechistas.

Conoció a Franco en Madrid, dice que tampoco era tan malo, que tenía su propia política, que era de mente cerrada, cazurro y muy de lo suyo, como cualquier persona extremista. Pero también dice que las personas mayores, los niños, su hermana e incluso ellos, no merecían que bombardearan ni por el lado socialista con la ayuda de las Brigadas Internacionales, ni por el lado nacional con la ayuda de los italianos y alemanes.

Piensa que la guerra sirvió para que en los tiempos como los de ahora haya paz entre las naciones, aunque en muchos países aun haya guerras.

Remata diciéndome que la guerra siempre va a estar ahí, que siempre habrá guerra entre ideas, discusiones, peleas y violencia más grave llegando a personas de ideologías extremistas.

Mónica Martín Serrano. IES Isaac Albéniz (Leganés)

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